martes, marzo 28, 2006

Cari, dime que soy tu pichurri

Hace tiempo leí un artículo de Ángel Cordoba que no me resisto a compartir:

Este título es la introducción de un spot de radio que, si se oye mientras uno se afeita, es recomendable parar en seco, por aquello de los cortes faciales. Lo tremendo del tema es que el muy degenerado le responde: "eeeres mi pichuuurri". No, no me he vuelto loco, es que estamos en la época del IRPF (Informe del Rendimiento de las Personas Físicas), es decir, la evaluación de resultados del trabajo realizado durante 2003.

En lugar de soltarles un rollo teórico sobre la objetividad necesaria para realizar este tipo de entrevistas -marronazo conveniente, mal que nos pese-, les voy a trasladar una recomendación que me hicieron en su momento: si durante la entrevista observa que uno de los dos actúa de "cari" o de "pichurri" -y eso se ve sin necesidad de asistir a un curso de negociación en la Harvard Business School- es que algo no va del todo bien.

Si está más inclinado a los remedios clásicos, los de recursos humanos editamos unos manualitos de ayuda, que no por repetitivos pierden su eficacia si uno se los toma en serio. Si tampoco es su caso (que no es bueno para el duodeno tomarse las cosas muy en serio en esta única vida terrenal), siempre le queda la vergüenza torera, que con tanto ahínco intentó infundirle su abuela. Si bien suele tener efectos secundarios -malas caras, retirada de saludo "pichurri", enfurruñamiento ostensible de "cari"- siempre es más saludable que no tenerla.

Decir las cosas honestamente, con educación y mirando a los ojos, admitiendo poder estar equivocado y rectificando si es el caso, no confundiendo la lealtad con los pactos de sangre y comprometiéndose sinceramente a mejorar (que siempre se puede, dada nuestra condición humana), es hacerse un buen regalo, aunque, a corto plazo, sólo parezca negro carbón.

Luego nos espera un largo año por delante donde puede pasar de todo. Pongamos un ejemplo cualquiera -aunque no suela suceder-: después de que "cari" le haya llamado "pichurri" a la persona evaluada en forma de valoración escrita excesivamente positiva y siendo consciente de que la ha sobrevalorado -quizás por evitar conflictos, efectos económicos...-, pasa el tiempo y decide que "pichurri" ya no le vale. Alguien de recursos humanos llama a "pichurri" y le dice que, a petición de "cari" (sorpresón y cara de no entender nada), se tiene que ir a otro sitio, si es que lo hay.

Obviamente, durante el tiempo en que "cari" le llamó "pichurri", nadie se ocupó de cubrir sus gaps formativos, sencillamente porque no existían y nadie invierte en formación no necesaria.
Tampoco se han diseñado planes de mejora para desarrollar su "empleabilidad".

Empleabilidad laboral
Se entiende mejor cuando te dicen que ya no tienes "empleabilidad". Suele ir acompañada, en el peor de los casos, de una carta de despido, alcanzando el vocablo tan criticado su mayor esplendor cuando te das cuenta de que, además, ninguna empresa está interesada en tus servicios -pierdes el empleo y no vales para otro-.

Pero no hay que alarmarse en exceso. En muchas compañías ya no se admite que ninguna persona excelentemente valorada/evaluada pueda no serlo igual poco tiempo después. Cuando se produce esta situación, no obstante, el nivel de descontento de "cari" y de "pichurri" ya es directamente proporcional al de la organización. ¿Cree de verdad que vale la pena frivolizar con estos temas cuando no sólo se trata de escribir sobre ellos?

Via: Expansión y empleo

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